Anthony Hopkins es el actor más longevo que ganó el Oscar. Con 83 años tiene una trayectoria impecable: seis veces nominado, se llevó la primera estatuilla en el 92 por “El silencio de los inocentes”. Su célebre interpretación del psicópata y caníbal Hannibal Lecter quedó anclada para siempre en el imaginario social. Desde entonces lo hemos visto interpretar a ex presidentes, novelistas, dictadores, cineastas y hasta al Papa.

Esta vez vuelve a consagrarse gracias a “El padre”, un film que lo tiene en el centro de la pantalla casi 97 minutos. Allí hace el papel de un padre octogenario que tiene afectada la memoria. Lo vemos deambular por los pasillos borrosos del “antes y el después”, navegando en las aguas de la confusión y la sorpresa ante cada cosa. Este anciano pasa de la burla y el baile a la ira, de la seguridad a la vulnerabilidad absoluta. Los matices deslumbrantes de Anthony Hopkins nos ofrecen una versión muy humana de lo que significa ese deterioro. Como espectadores es imposible no sentir una atracción magnética por esa interpretación. Es sin dudas el mejor retrato del contacto caprichoso con la realidad de un anciano que vive la demencia senil.


El tercero de la cosecha

Frances McDormand no se queda atrás. Con otra carrera brillante: también estuvo nominada seis veces a los Oscar y ganó con “Fargo” en 1996 y nuevamente en 2017 con “Tres anuncios para un crimen”. Levanta la estatuilla por tercera vez y se ubica del lado del mito. Alcanza a Ingrid Bergman y a Meryl Streep, que acumulan tres Oscar cada una y se posiciona a sólo una estatuilla de Katherine Hepburn, la intérprete con más premios de la historia, sin distinción de sexo.

Su perfil poco glamoroso y su matrimonio con Joel Coen la hizo transitar por papeles donde casi siempre encarnó mujeres adustas y autosuficientes. En esta oportunidad interpreta a Fern, una sexagenaria viuda y sin hijos que ha perdido a su marido, su trabajo y hasta su lugar de residencia. Desde allí, emprende un camino de vida nómade, recorriendo los Estados Unidos en su minivan, pasando de un empleo a otro.

En la pantalla vemos la sutileza de los gestos, y de los pocos diálogos que la acompañan. Por detrás está un enorme trabajo actoral de compromiso con la historia. Fue la propia McDormand quien le acercó el libro a Chloé Zhao para que lo dirigiera y pasó meses en los diferentes trabajos que tiene el personaje de la película: limpiando baños, despachando paquetes en una planta, cosechando papas, cocinando en un restaurante. El resultado es evidente y le permite dejar traslucir una crítica a la sociedad del consumo, al capitalismo, y un camino interior que no se queda en lo moralizante. Con 63 años, a Frances McDormand todavía le queda mucho por delante.